domingo, 25 de noviembre de 2012

RUTINA



La rutina de todos los días. Levantarme. Desayuno. Colectivo. Caminata.
Todos los días las mismas cuadras por el boulevard Oroño y el mismo aire despertando mis sentidos.
Solo la puerta del 245 se presenta como un punto negro y enigmático. Infinidad de telarañas parecen sostenerla en una casi imperceptible red. Los días de lluvia aparece encadenada por infinitos eslabones cristalinos que la circundan. ¿Que hay detrás?... Me perturba.
Llegar al trabajo.
Caminata… Volver a casa.
La misma rutina cada día. Una y otra vez. La misma calle. El mismo colectivo. La misma puerta. La misma intriga. La misma perturbación. La misma oscuridad.
Un día más. Una vez más. Levantarme. Desayuno. Colectivo. Caminata.
¡Sorpresa! ¡La puerta del 245 increíblemente abierta!
-¿Tengo tiempo? 15 minutos.
Espío. Solo oscuridad.
-¡Entro!
Todo parece misteriosamente sombrío. Muebles que parecen gigantes. Una enorme araña colgando del techo, con infinidad de preciosos caireles. Toda la fastuosidad de las antiguas mansiones.
Avanzo en la penumbra… Un pozo… Una caída infinita… Una sucesión de pensamientos desesperados en mi mente.
-¡Mi Dios! ¿Por qué entré?
-¡Voy a llegar tarde!
-¡Que es esto! ¡Que es esto! ¡Que es esto!
Un vacío en el estómago. Una enorme angustia en el pecho.
-¡Dios salvame!
-¡Me ahogo! ¡Siento el agua entrar en mis pulmones!
Mi corazón late hasta  la locura
-¡Dios, voy a morir! ¡Voy a morir! ¡Salvame!
Suena a lo lejos muy suavemente una melodía. Suena cada vez más fuerte.
Mi corazón se alivia.
-¡Gracias mi Dios! ¡Gracias!
La rutina de todos los días. Levantarme. Desayuno. Colectivo. Caminata.

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